FRANCISCO PÉREZ MARICEVICH

MEMORIA Y CONCIENCIA

 DEL PARAGUAY
 

POR

 

ALAIN SAINT-SAËNS

(Instituto de Altos Estudios Estratégicos, Paraguay)


2021

                                                                       

 

Querido amigo Alain,

                      Que belo livro!                        

O poeta Francisco Pérez Maricevich merece essa grande homenagem.

Você é um amigo muito bondoso.

Eu fiquei emocionado ao encontrar no livro a nossa foto histórica, você, eu e o poeta.

Fico muito grato por essa alegria.

ALEILTON FONSECA

poeta brasileño,

Miembro de la Academia de Letras, Bahia, Brasil

'Mi encuentro con cuatro poetas paraguayos en Asunción'

'El poeta Francisco Pérez Maricevich y su esposa, la antropóloga Leni Pane, abrieron las puertas de su casa a mi esposa Rosana Patricio y a mí para un fin de tarde y una cena donde pude apreciar no solamente el lado humano de Francisco pero también su gran generosidad intelectual. Nos descubrimos un mismo amor por los ríos que ambos solemos cantar en nuestras poesías. Hablamos de nuestros cuentos y la importancia de nuestros antepasados en la escritura de nuestra obra literaria. Saludé la mirada crítica y constructiva del gran poeta paraguayo sobre las relaciones entre nuestros dos países, Brasil y Paraguay'.                                                                                                                                                                                               

                                                                                                                                  Aleilton Fonseca

 

 

 

De manera magistral, Francisco Pérez Maricevich aclara el papel del poeta como observador calificado, lazo entre espacios tiempos diferentes: ‘Y los observo, entonces, como si fueran ellos/ figuraciones sucesivas/que al trascender el tiempo/redibujaran, mágicos,/el pasado llevándolo al futuro’. Eso quizá sea la tarea más importante del aedo paraguayo: jugar el papel de historiador de la memoria. Los dioses le han obsequiado esta capacidad de ver cuando los demás no ven. Como lo escribe Antoine de Saint-Exupéry en su novela, Vuelo de noche, ‘en cada multitud, hay hombres quienes no se disciernen bien y son mensajeros prodigiosos’. Francisco Pérez Maricevich es uno de ellos. 

 

Alain Saint-Saëns

Instituto de Altos Estudios Estratégicos,

Paraguay

 

 

 

PRÓLOGO

           Veinticinco años tenía Francisco en 1963 cuando, con el recordado Ricardo Rolón, presentó con un acto que lo llamó ‘lanzamiento’ su segundo poemario Paso de hombre (el primero Axil no tuvo presentación alguna).  Este singular evento se realizó en la plaza, detrás del edificio del Panteón de los Héroes. El resultado de tan extraño acto público fue el apresamiento colectivo de los que allí estaban.  Hoy cincuenta y seis años después, con ochenta y dos años Francisco es el autor de cuarenta y tres títulos publicados de su diversa y abundante obra literaria. Es él el testigo vivo de una gesta cultural que arranca en una difícil época política y con una sociedad temerosa de  lo que  era nuevo y extraño. Que hoy sigue su camino por una ancha senda con cientos de caminantes, que confirman con sus obras lo que Manuel Machado  escribió: ‘Caminante no hay camino se hace camino al andar’.

          Sin embargo para Francisco Pérez-Maricevich  no sólo fue un camino sino una Cruzada por la Cultura. Y al igual que aquellos Cruzados del siglo  XII-XIII con la cruz en el pecho,  pero  en la mano la pluma como espada emprendió su ‘lucha’ en forma de trabajo continuo y sin pausa desenmascarando las injusticias y las violaciones a la condición humana, retratando vívidamente una época, sin distinción de ideologías, y en otras rememorando con bella añoranza la niñez que nunca vuelve. Bilingüe de nacimiento ha defendido con denuedo el español y el guaraní. Ambos a igual nivel y con el mismo rigor académico el uno, tradicional el otro. La cátedra, la palestra, el periodismo, la crítica literaria, la novela, la poesía, los cuentos, los ensayos, las investigaciones fueron su  propio campo de batalla, pocas veces en grupo y casi siempre solo, pues según nos enseña su vital quehacer en la soledad del ser se encuentra a sí mismo, in interiore homine habitat veritas de San Agustín, y solo de ese modo el poeta, el escritor vuelve a las raíces divinas de la creación.

 

 

 

 

 

 

 

LENI PANE

Academia Paraguaya

 de la Lengua Española

 

 

PREFACIO

 

FRANCISCO PÉREZ MARICEVICH:
 RECUERDOS, MEMORIA, HISTORIA

 

          Francisco, mi apreciado amigo de muchos años, desde tantos que se pierden los números en la bruma del tiempo. Nos conocimos en el Colegio, en el San José cuando los dirigían y enseñaban los sacerdotes venidos desde la lejana Bayona en Francia y desde Guipúzcoa, España, más concretamente de la región llamada País Vasco. De ambos lados de la frontera franco española, al pie de los imponentes pirineos, venían los maestros  llegando al Paraguay, un mundo desconocido entonces a comienzos del siglo XX y donde plantaron una semilla cultural cuyos frutos están hasta ahora vivos en nuestra sociedad.

         En ese colegio, señorial entonces, sin haber sido atacada por la modernidad en una poco feliz modificación que hicieran de aquel majestuoso corredor, donde todas las mañanas nos recibía de pie, enhiesto hasta el fin de su días el hermano Laurent Palisse, al que concurríamos ansiosos de aprender de las sabias enseñanzas que esos maestros dictaban. El Colegio tenía varios patios; el de menores, el de los medianos y el de los mayores. Cada ascenso de categoría nos llenaba de orgullo, porque sabíamos que nos acercaba al final del camino, de la etapa del secundario (así se llamaba en aquel tiempo el hoy ciclo medio). Desconocíamos entonces que sería esa, seguramente, de las mejores etapas de nuestras vidas, donde surgirían amistades que perduran hasta hoy y que nos permiten desgranar estos recuerdos como los que desordenadamente estoy exponiendo. Es que sólo al pensar en ellos, el corazón explota de emociones. ¡Cuántas anécdotas vivimos en esas aulas y en esos corredores que son imposibles de describir, pues, nos llevaría horas enteras!

          Francisco, ya entonces se destacaba por su amor a las letras. Así profundicé con él mi amistad en las sesiones de la Academia Literaria, que había sido fundada en los principios del colegio, pero que tomó vuelo, indudablemente, con la venida del Padre César Alonso de las Heras al Paraguay en los comienzos de los cuarenta, y de donde salieron tan ilustres intelectuales cuyos nombres hasta hoy brillan en la cultura paraguaya y lo harán por muchos años, por siempre talvez. Francisco, siempre inquieto, presentaba trabajos importantes para la Academia, que eran festejados por sus miembros por la galanura con que estaban escritos. Y así fue creciendo en las letras paraguayas hasta convertirse seguramente en uno de sus referentes más importantes.

          Dijo de él Hugo Rodríguez Alcalá: ‘Francisco Pérez Maricevich es entre los poetas de la promoción de 1960 el de mayor cultura literaria y el crítico más agudo y riguroso. Por su formación intelectual y por su índole de preocupaciones y afanes, Pérez Maricevich es un hispanoamericano moderno, nacionalista y universalista a la par, para quien su nación sólo cobra sentido y dignidad, entendida, sentida y querida como parte de la gran familia humana y como llamada a un estilo de realización de los altos valores del espíritu’.

          Al leer el cúmulo de obras escritas por Francisco, no podemos imaginar cómo pudo hacerlo sobre distintas temáticas. Y cada una de ellas mejor que en la otra. Su crítica es altamente constructiva sin dejar de mencionar todo aquello que resalta de manera especial en cualquier obra por él comentada. Su poesía es increíble. El último libro presentado en la Feria del libro 2019 renueva esa vena poética que ha demostrado desde sus años mozos, cuando creó el Grupo ‘Asedio’ de Literatura y Arte. Escribió mucho en esa época y luego durante años hasta hoy, una variedad de poemas que descuellan por su lírica y su fuerza espiritual. Sus ensayos también son dignos de destacar. Algunos como el diccionario de la Literatura paraguaya, o Rafael Barrett. Pudiera seguir así citando sus obras hasta el cansancio.

          Pero lo notable, y el paso del tiempo no lo abate, es que hoy nos vuelve a sorprender presentando una obra sencillamente excepcional. Puede desde ya considerarse una joya de la literatura paraguaya. Al parecer pequeño en tamaño, pero enorme por la calidad de su contenido. El libro se llama La conjuración de la Medusa. El porqué del nombre, no lo pude descubrir de entrada a pesar de mis esfuerzos. Y me dije, esta es una añagaza que nos pone Francisco para hacer más interesante aún su lectura. Es que la mitología griega es fuente inagotable de temas y de haber dejado nombres inmortales para la literatura. Medusa, la hermosa doncella de cabellos rubios que es violada por Poseidón en el templo de Atenea y es castigada por ésta que le sustituye sus cabellos por serpientes. Y le acuerda el poder maléfico de petrificar todo aquél que la miraba o aquél a quien ella podía mirar.

          Tres relatos contiene el libro. En ellos enfrenta y confronta los recuerdos en diálogos con un invisible amigo, más que amigo su profesor, el Dr. Torales, con quien mantiene conversaciones de altísimo valor literario, pero además de una gran profundidad. Por ejemplo nos dice un párrafo: ‘Y antes de entrar en le exposición de mis recuerdos tal como me lo pide que lo haga, le transmito, por si pueda ser útil o motivante, la opinión de un amigo sobre la estructura y condición del recuerdo, cuyo conjunto constituye la memoria, esta es tanto la trama como el espacio de manifestación de identidad de la persona.’ Y dice finalmente de manera magistral: ‘Somos lo que recordamos’.

          Y esto nos lleva a una gran discusión universal sobre estos conceptos: recuerdos, memoria, historia. Si intento disiparlos creo me confundo aún más. Pero hay algo de lo que estoy seguro. Los recuerdos son propios de cada quien que los tiene. La memoria es extraer esos recuerdos y volcarlos en algún lugar, libro, artículo, poesía o lo que sea. Y la historia es una relación cierta de los hechos acontecidos en el pasado, con cierto rigor, orden y respeto a la fidelidad de los mismos.

          Pero, ¿qué es la historia y cuál es la relación con la memoria? Al respecto, Josefina Cuesta Bustillo plantea que la historia es entendida como el saber científico de los hechos pasados, el rigor de control de los testimonios; mientras que la memoria es el recuerdo de estos hechos pasados cultivada por los contemporáneos y sus descendientes. Esto generó interpretaciones que plantearon una distinción de conjunto entre la disciplina científica y la construcción social de la memoria, que inciden en la configuración de los recuerdos que construyen los grupos sobre su propia realidad. En palabras del historiador mexicano Enrique Florescano, la memoria es una categoría que alimenta a la historia y prácticamente es el fundamento central de la historia. La historia es el centro del recuerdo que se alimenta con la memoria, pero que depende de las percepciones, de los constructos y en general de la visión del historiador.

          Por su parte, Paul Ricoeur en su texto La memoria, la historia, el olvido, plantea que la historia y la memoria tienen una relación dialéctica con la que se explica el pasado en relación con el presente; la memoria es la capacidad de recorrer y de remontar los hechos en el pasado y establecer un vínculo con el presente, mientras que la historia se sitúa en un espacio de confrontación de diversos testimonios y con diferentes grados de fiabilidad. Por lo tanto, el pasado es una construcción temporal que depende de la relación entre memoria e historia; en palabras de Walter Benjamín: ‘El pasado sólo es atrapable como la imagen que refulge, para nunca más volver’. Pero nos dice magistralmente Francisco: “Lo dirá Ud. querido maestro, una vez cuales son las escenas o momentos recordados y que, a medida que escribo me brotan de la astuta memoria. Y entonces pienso que los hechos vividos por cada quien pueden ser considerados hipotéticamente como las fichas de un ajedrez extraño que alguien juega con nosotros. La partida es la vida. ¿Quién la gana?’

          De esta forma suceden los momentos de la vida que Francisco deja transcurrirla y plasma en hermosas páginas, algunas estoy seguro, autobiográficas por cierto. Recuerda a los niños en la hora del recreo jugando con una vieja pelota de tenis chocando contra la pared. Eso era lo que jugábamos en el Colegio San José bajo el nombre de pelota vasca y que revive en la imaginación con el alumno que se anticipaba a las jugadas del profesor, porque su inteligencia rápida le entregaba los resultados aunque que cualquier pudiera hacerlo en el viejo pizarrón. En otro de sus relatos Francisco nos dice – siempre con el leitmotiv de la memoria: ‘¿Me tolerará el desorden temporal con que le expongan lo que recuerdo en el  momento de escribir? He comprobado que no se punza la memoria como una piñata o un cántaro golpeándolo con un palo a ciegas para lograr que eche su contenido’.

          La memoria es esquiva, o a veces, traicionera, agrego yo. Se recuerda lo que se quiere y se olvida lo que no se quiere, pero como hay alguien al que culpar, aparece la memoria como la coartada para todas las situaciones en que le exigimos a la memoria que salte a la luz o que se encienda para que la veamos. Y al hablar de la causalidad nos recuerda al que fue seguramente el primer libro que con el que comenzamos a transitar por la lectura: Corazón de Edmundo de Amicis. ¿Quien no lo recuerda a Garrón contando la muerte de su madre o a esas vertiginosas carreras por los Apeninos? ¿O a pequeño vigía lombardo? Volver siempre a la infancia nos enternece el corazón y nos devuelve un poco de la juventud pérdida.

          Me topo de nuevo con la historia. En el capitulo de la Expedición le dice a su maestro imaginario: ‘Por esa razón sostengo como lo hace Ud. que la historia no se escribe, se la vive y lo hace cada cual de acuerdo a su propio espesor de  tiempo’. Y acá introduce Francisco, no podía olvidarla, a la memoria colectiva que es una parte de la memoria de la que hablamos cundo nos dice: ‘La historia se hace para cada cual como persona, y para cada grupo humano como comunidad o sociedad y que no es sino memoria colectiva en acción. ¿O pasión, señor?’ En esta interrogante está toda la profundidad de su pensamiento. Cuando a veces la memoria colectiva se ideologiza para convertirse en una sátira de la historia y no en su verdadera dimensión. ¡Cuántas veces se miente en pos de la memoria colectiva, o cuantas veces se olvida también en pos de ella!

          Antes de terminar el primer relato, viene a su memoria, aunque infantil por los años que tenía cuando sucedió, pero maduradas con el paso del tiempo, uno de los pasajes más tristes de nuestra historia: la Revolución del 47. Francisco la  escribe con una maestría extraordinaria, no lo enfrenta como el hecho militar ni político, sino cuando ya en el final de la contienda, aparece uno de los militantes en busca de huir a la Argentina tratando de eludir el fogoneo infernal del enemigo, al que Francisco llama Taguató (el gobierno) y quien resulta ser el Dr. Mereles, uno de los personajes de la trama, vestido con una sotana proveída por unas monjas de convento, se encamina al exilio. Van, con el baqueano sorteando obstáculos hasta llegar a la orilla del río donde embarcan en una canoa en la que pisan suelo argentino. Se vuelven para ver una vez más, quizá la última, la tierra paraguaya y ahí de nuevo el tableteo de la ametralladora de Taguató que en una ráfaga se lleva al Mayor Martinch que estaba con ellos. Y con eso parece acabar todo.

          Mi memoria registra un hecho, no comprobado, que uno de los jefes de la Revolución cuando partía en la misma dirección que fue Mereles grita: ‘Hemos triunfado. Hemos dividido a la familia paraguaya’. Si es cierto, ¿qué razón tenía? si no lo es como hecho histórico el dicho, creo que es desgarrador, pero verdadero. Concluye el primer relato con el hilo de Ariadna, que finalmente nos va descubriendo lo que diré al final. De dónde viene el nombre del libro. Y lo hace, según las expresiones que dice a su maestro, el Dr. Torales, ‘para no quedar prisionero de la telaraña del pasado que es más peligroso que la arena movediza que engulle a los incautos’. Fíjense que además de la intensidad de los pensamientos, qué prosa tiene Francisco. En ella si con gusto nos dejarnos solazar.

          El siguiente relato, Don Melitón, es un relato corto, pero lleno de temas diversos que se entremezclan y nos dan un sabor especial al leerlo. La sabiduría del viejo comerciante inmigrante, la candidez aparente del personaje principal, la lujuria, la paternidad irresponsable, la brujería, la convivencia entre tres, son algunos de los puntos que más llaman la atención. Pero vayamos por parte. En un pueblo de nuestro interior, se me ocurre no sé porque Paraguarí, quizá porque lo nombra más adelante, un comerciante venido del extranjero, próspero por su habilidad en comerciar, conoce a don Melitón, un hombre trabajador pero sin capital para emprender por sí tarea alguna. El inmigrante don Yosú, ‘el turco’ (en realidad era sirio libanés nos dice el autor), le presta el dinero para que inicie su actividad en la que rápidamente Melitón prospera, y cumple acabadamente su compromiso con el prestamista. Ello porque trabajó un tiempo a su lado y aprendió las artes del turco para hacer negocios.

          Además el negocio era un lugar donde concurrían varias mujeres, y allí conoció Melitón a la hija del talabartero de la ciudad a la que prestamente le dio una hija que lo hizo sentir orgulloso de su paternidad. Pero luego la mujer murió. Conoció otra que le dio también dos hijas y pronto también murió. Pero el relato continúa cuando una amiga del lugar, Ña Chiní, le dice que tiene que buscar mujer, que no puede andar solo, y el trae de nuevo otra al hogar con la que tiene tres hijas más. Sumamos y van siete. Pero ocurre que existe una leyenda popular que le espolea en el cerebro. Dicha leyenda dice que la séptima mujer es bruja. Y él aunque disuadido por Yosú sobre la brujería, busca tener una octava hija para escurrir del imaginario popular con los cuentos de brujería sobre la séptima hija mujer, o como decían también aunque no lo cita Francisco, el séptimo varón es lobizón. Entonces comienza la búsqueda de otro hijo, pero ahí surge una nueva duda: ¿Debe ser con la misma mujer o con otra?

          Luego el relato imagina una curiosa convivencia entre dos mujeres y Melitón, consentida por ambas. La una extranjera, venida de tierras lejanas, yo supongo que es parte de la inmigración europea a Itapúa, y la otra paraguaya. No digo más para que lo lean. Dentro del mismo relato se me ocurre que indirectamente Francisco nos habla de la paternidad absolutamente irresponsable en Paraguay, dónde los hombres tienen hijos a diestra y siniestra, aunque en este caso el del relato no los abandona, caso raro entre nosotros. El final del relato está muy bien logrado, sobre todo la pintura de nuestro campo, ya incluso diría que del pasado, pues el de hoy es muy diferente: más violento, menos humano, degradado por vicios. En fin, Francisco nos habla del otro campo que conocimos en el pasado y cuánto lo añoramos. Lleno de amabilidad, respeto por los mayores, laborioso, tenaz y comprometido con la naturaleza. Pero por lo visto, ya fue…

          Y por el último el tercer relato, la simulación. Demuestra Francisco algo que francamente desconocía en su personalidad: su conocimiento del fútbol. Pero lo hace de manera tal que los mezcla con cuestiones como la fidelidad a los colores (que pueden ser partidarios o deportivos), y de los hombres ganadores y perdedores. Me toca muy de cerca porque el relato se desarrolla en el campo de juego del Deportivo Corrales, muy cercano a mi casa y donde comencé mis primeros juegos con la pelota. Esa que refiere tan descriptivamente Francisco como era en sus comienzos: ‘Introdujo el pico de inflador en el picho de la vejiga y la fue llenando de aire hasta dejarla bien inflada. Una vez atado el cañito de la vejiga para impedir que se escapara el aire contenido en su interior la introdujo con fuerza doblándolo en el orificio o boca de la pelota de cuero’. Más adelante el relato se refiere al entrenador, el negro Laguna, supongo que será quien fuera un gran jugador José Durán Laguna y a algunos jugadores de la época: uno llamado kivevé (era pelirrojo y por eso el marcante) me parece que se refiere a un tal Álvarez que jugaba en el Olimpia. Otro llamado Tuí peró, no recuerdo a quien se refiere, espero que me cuente el autor. Está también  Kavará jhú, insai derecho del corrales. Cuenta Francisco con toda precisión,  la posición de los jugadores de antes: back, halve, insai, centreforward, hoy desaparecidos o trasmutados a los nombre de carrileros, volantes por la derecha o la izquierda, etc. Lo más importante, sin embargo, es la presencia del niño partidario del club que está perdiendo y de a poco se ‘da vuelta’ al otro que gana. La eterna lucha entre los perdedores y los ganadores. Tan mal vista en la política del pasado y hoy sin embargo es cosa de todos los días. El niño del relato, se conforma y aparece feliz finalmente con sus dos clubes. Conozco varios comprendidos en esta situación. Pero si son felices, ¿qué les podemos decir?

          Finalmente vuelvo al nombre del libro: Medusa petrificaba todo aquello que le mirara a sus ojos. Y creo que  Francisco se dejó seducir por el mito de que nada se petrifique en su memoria y no la miró nunca a los ojos, solamente a sus  recuerdos, que hoy nos los ofrece como un obsequio maravilloso envuelto en una prosa multicolor que nos seduce, y estoy seguro que los deleitará también a ustedes. Este pequeño libro es un gran libro. ¡Felicidades, querido Francisco!

José Antonio Moreno Ruffinelli

Presidente de la Academia Paraguaya

 de la Lengua Española

 

 
Francisco Pérez Maricevich Maestro del Arte 2016 Francisco Pérez Maricevich presentando Hijos de la Patria de Alain Saint-Saëns, mayo de 2015
Homenaje a los 80 años del poeta, Cabildo, agosto de 2017 Lanzamiento de El trébol de cuatro hojas. Poetas paraguayos, junio de 2017
Lanzamiento de Conjuración de la Medusa, Academia, julio de 2019 Lanzamiento de Poesía de los países de Guay, agosto de 2018

ALAIN SAINT-SAËNS

Alain Saint-Saëns, como crítico literario, ha publicado varios libros sobre la poesía paraguaya, uruguaya y brasileña: Paladín de la libertad. Juan Manuel Marcos poeta (2015); El trébol de cuatro hojas. Poetas paraguayos (2017); Poesía de los países de Guay (2018, con el poeta uruguayo Wilson Javier Cardozo). Ha traducido del portugués al español, Un río en los ojos, de Aleilton Fonseca (2013); del español al francés, Ignominia, de Renée Ferrer (2016). Como poeta ha publicado, Cantos paraguayos. Poemas de libertad (2009); France, terre lointaine. Poèmes de l’errance (2011); Curuguaty. Poema lírico (2012);  Infancias bajo los lapachos (2013); El Banquete de Tonatiuh. Poema lírico (2016); Un coin de France. Poèmes (2016); Juan Pablo II, peregrino de las almas (2018). Como novelista ha publicado, Hijos de la Patria. Acosta Ñu (2015) y, Dos viudas y un huracán (2017). Su amplio teatro, en relación con su poesía, ha sido estudiado en un libro de diecisiete artículos por investigadores y directores de teatro de ocho países y tres continentes, Alain Saint-Saëns dramaturgo. El Renacimiento del teatro paraguayo, dirigido por Ilinca Ilian (Rumania) y Lourdes Ríos González (Paraguay) (2019). Es Doctor en Historia Moderna (1990) y Doctor en Civilización de los Mundos Hispánicos (1996) de la Universidad de Toulouse-Le Mirail en Francia. Es Miembro Correspondiente de la Academia de Letras, Bahia, Brasil desde 2014.   

    

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