“¡BASTA YA! PARAGUAYO SOY”
UN PUÑADO DE TIERRA ROJA EN EL CORAZÓN
El vasto corpus literario del escritor
Alain Saint-Saëns (poesía, novela, ensayo, teatro,
reseñas literarias), dan una muestra certera y acabada
de su honda labor misional con la palabra, compromiso
con la sociedad y el mundo, sentido de pertenencia a la
tierra que lo cobija y lo siente suya, el Paraguay. Lo
hace desde su más acendrado sentimiento, con la
desbordante creatividad de su espíritu que lo guía y
alienta con la intensidad de una fe, asumiendo la
humanidad, pasión y dación a la palabra. Su poiesis
se convierte en proclama y manifiesto de amor a la
tierra que lo une afectivamente; su esposa paraguaya,
sus dos hijos, sus cátedras universitarias, los libros
que ha publicado, además de toda la dinámica y activa
labor docente e intelectual que desarrolla en nuestro
medio, le confiere esa distinción y reconocimiento de
formar parte de esta heroica, generosa y sufrida nación
guaraní.
Nacido en Burdeos, Francia, pero paraguayo por
sentimiento y adopción, arraigado y afincado a esta
tierra por lazos indisolubles de consanguinidad,
identidad, costumbres y tradiciones, adopta nuestro
ethos, desafiando todo prejuicio social, al
chauvinismo sin sentido, a lo que despectivamente se
designa a extranjerismo, para decirnos con hondo sentir
raigal y de pertenencia: “¡Basta ya! Paraguayo soy”,
título que da pie a su obra y que constituye un homenaje
de un poeta a sus amigos, como bien declara en el texto
de introducción de su obra “Amistades más allá de la
muerte”. Él siente al igual que su amado poeta granadino
Federico García Lorca, cuando este dice “¿Y si la muerte
es la muerte. Qué será de los poetas y de las cosas
dormidas que ya nadie las recuerda”?
Ya en el
primer poema del libro declara con firmeza y clamor:
“Esposa y familia mías, Jorge, Luisito y Matías/De
Julieta Romeo Ríos/Todos de la Patria hijos/nuevos lazos
compusieron/Paraguayo si me pusieron”. El poeta asume
patria, ciudadanía, humanidad y conciencia crítica, en
nombre de esos Mártires de Acosta Ñú y el Marzo
Paraguayo. Dos acontecimientos trágicos y sangrientos,
dos historias que lo conmueven hondamente y que
constituyen para él una declaración de principios y de
causa, ser paraguayo por lazos filiales y por su rica
historia jalonada de homéricas hazañas. Escribió dos
libros sobre estos temas: una novela, Hijos de la
Patria, sobre Acosta Ñu, y una obra de teatro,
Romeo y Julieta en el Marzo Paraguayo, sobre la
tragedia de marzo de 1999. Como bien reflexiona el
recordado escritor italiano Italo Calvino, acerca de la
cuestión ético-poética, “esa tensión entre individuo,
historia y naturaleza que se emplea como hilo conductor
para seleccionar y ordenar nuestro árbol genealógico
literario, siguen siéndonos válidos, incluso en medio
del escenario de este silencioso cataclismo”.
El culto a la amistad siempre está
omnipresente en sus poemas. Representa para él una vía
para transitar ese puente que enlaza sentimientos,
distancias, añoranzas y recuerdos; que atesora lo más
genuino del espíritu que transciende la condición
humana, y que lleva a los más puros y bellos estados
del alma. Alain Saint -Saëns celebra la amistad que se
transluce en sentidos poemas dedicados a dos entrañables
amigos, los excelsos bardos paraguayos, Rubén Bareiro
Saguier y Emilio Pérez Chávez, a quienes los evoca y
canta en dos logrados poemas: “El Perseo de Villeta” y
“Sembrador de Estrellas”. Dos poetas admirados que
transcienden con la palabra esencial en el tiempo, para
convertirse en personajes de leyenda por su vida y obra.
Saint-Saëns conoció a ambos escritores y los recuerda
afectivamente con estos versos de estatura legendaria:
“¡Mira, Rubén/quién galopa ya!/relincha preciado, ufano
que lo silben, Pegaso alado/¡tu fiel Mbyja!”.
En “Sembrador de Estrellas”, señala el paso
por la vida del rapsoda Emilio Pérez Chávez,
distinguido, alto y corpulento, culto y bonachón, quien
deleitaba y deslumbraba, haciendo gala de conocimiento y
erudición en cenáculos artísticos y literarios. “El
poeta su pluma ha tenido/del tribunal la hora ha
venido/Hugo, Píndaro, Hérib Cervera, Saint-John Perse,
Villón, Navarra/gritan, admirativos todos: ¡Izad las
velas Emilio, y a sembrar las estrellas!”.
Por otro lado, se advierte en sus poemas logradas
imágenes y metáforas, de sutiles trazos que dan un vuelo
neorromántico de honda inspiración, como el dedicado al
artista plástico Arius Romero, quien retrata en un
cuadro a su pequeño hijo fallecido Darient, y que el
poeta recrea magistralmente en estos versos, con un
sentido e inspirado vuelo lírico “rubendariano”. “En la
soledad oscura de su taller/ de un feliz y cariñoso
ayer/el maestro tristeza y añoranza muele/por pigmentos
y colores tuerto/Tanto resquemor le duele/que azula un
cielo muerto/. O en aquella estrofa galana, con una
melodía digna del tañido de Orfeo: “Poeta de la ciudad
del amanecer/hacer en tus versos vigor
pertenecer/escuchar la canción del árbol sin frutos/para
que el viento sople usufructos”.
Otra arista configuradora en su poemario, es
lo ecológico, abordado desde la resistencia activa de la
palabra, con motivo de la alarmante y despiadada
deforestación que sufren la región oriental y occidental
del país: “Hubo un tiempo seguramente/corría el agua
transparente/pájaros en árboles cantaban/niños en los
bosques jugaban/Paraguay hoy es desfigurado/Mañana será
desertizado”. El drama social que genera la cíclica
crecida del río y que afecta a los bañados de Asunción,
lo siente, sufre y expresa de manera crítica, doliente y
satírica a la vez. ¡Si, señor Presidente, mucho barro!
¡Perdoná patas guarras del perro,/Del niño enfermo,
nariz y dedos sucios/Humedad, agua fría y vientos
recios!/ Vez próxima, ¡Vení sin corbata, más
relajado!/En el bañado bajo crecida, ¡Todo está mojado!
El humor y la mordaz ironía no están ausentes en sus
textos, tal como se refleja en este breve poema: “Gotas
de agua/¿Dónde está mi paraguas?/Humor frío/ya se acerca
el río/Y tú, ¿de qué te ríes, mojada hasta los pies”.
La dimensión épica de la conciencia social y
política en su poesía lo conjuga y exterioriza como un
deber y derecho ético del ser y hacer. Su crítica
constructiva la ejerce como hombre libre, con un
compromiso de responsabilidad hacia el país, la sociedad
a la que se debe y de la cual forma parte. Al respecto,
el poeta, ensayista y crítico literario, perteneciente
al 27 español, Guillermo de Torre, en su ensayo “De lo
Estético a lo Ético”, manifiesta que “quienes pasan por
alto la ética inherente a los medios estéticos y morales
se definen como simples propagandistas y se descalifican
también no sólo artística, sino moralmente. Quienes
respetando, afirman su absoluta ligazón con los fines,
afirman parejamente su dignidad moral y se hallan en
situación de lograr las obras más valederas”.
Los hijos para el poeta, padre de familia, son
celebración de vida, manifestación del espíritu festivo,
de fe, sueños y esperanzas que se proyectan en el
horizonte azul de su cosmovisión creadora. Es motivo de
alegría, cuando uno de sus pequeños, amante de los
dinosaurios, descubre en la calle un huevo emergido de
entre el barro, que fue arrastrado hasta el frente de su
casa, debido a la crecida del río. El huevo, símbolo de
nacimiento, de ternura, inocencia, es poetizado aquí con
la más tierna ensoñación y dulzura. Asimismo el padre
entra en un estado de melancolía por ese tiempo de
felicidad y juegos que culminan, para retornar a sus
labores: “Dulce felicidad, tres semanas con vos/Hoy es
Dino mío, triste tiempo del adiós/¡Evitá yacaré malo,
anaconda pérfida!/Del mar no te acerques/tiburón
feroz/¡Subí el río hacia verdes campos de arroz!/ Ojalá
volviera con la próxima crecida”.
El ser es para él indivisible, pues como cita el
filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson en su obra
“El hombre y el mundo”: “El alma sólo conoce el alma. El
tejido de los acontecimientos es el velo flotante con
que se cubre”. Para Saint- Saëns, el poeta debe ser
íntegro, dotado no solamente de palabras, sino de
dignidad moral en su actuar. La “indivisibilidad del
ser” debe distinguirse siempre en sus acciones ante la
vida. El hombre-poeta forma un ente único e espiritual.
Y esa entidad ética del “yo poético” lo trasluce en un
sentido poema dedicado a Federico García Lorca, a quien
refiere con todo el sentir de su estro en “Mariposa de
Sangre”: “Moriste de noche, niño desafiante/al alba te
levantaste, triunfante/ de guitarra gitana toque airoso/
en tu honor un flamenco virtuoso”. En el poema “El Ángel
Caído”, hace alusión al laureado poeta chileno Pablo
Neruda, quien tuvo una hija llamada Malva Marina, nacida
con una deformidad física, a la que el vate trasandino
ocultó. Si bien rescata la calidad de su poesía, crítica
su falta de ética y humanidad. “Del Premio Nóbel fuiste
muy digno/De hija más bien padre indigno/Por ti hombre,
ni consideración”.
El tiempo, la finitud de la existencia humana,
no angustia al poeta, pues encuentra en el flujo de los
instantes un sentido de transcendencia con lo absoluto,
un sentimiento de plenitud dimensional. La poesía
constituye para él una afirmación y acto de fe que
rejuvenece y purifica el espíritu, como este fragmento
de tinte místico. “Y sin Dios también toca la
musa/quizá critique sólo mis rimas/Se olvide de faltas
aspérrimas/Santo ser, no con cornamusa/Pero ángel de ti,
con trompeta/aún si seré poeta.” La esencialidad de su
sentido y vasto poemario se traduce en los afectos, a
esos seres que hacen al hondo significado de la amistad,
y que el autor hace un verdadero culto. Son sus versos a
manera de reconocimiento y gratitud, para nunca
olvidarlos. El sentimiento amical desinteresado lo
demuestra con palabras que salen del fondo de su alma,
de todas aquellas personas que forman parte de su mundo
vivencial, que los homenajea, revaloriza y da veraz
testimonio a través de su fecunda labor creativa. A los
amigos, él los celebra con todo el candor de su pluma,
en el poema “Amistad otoñal”, transmitiendo con la
vibración del aedo, su encontrado sitio en el mundo.
El poeta debe asumir la poesía como verdad,
como expresión consecuente para ser auténtico, decía el
recordado poeta José Luis Appleyard. En su profesión de
fe, Saint-Saëns asume su condición de escritor, con
amor, esfuerzo y renunciamiento, con esa autenticidad
que lleva consigo todo verdadero creador. Como bien
expresa en “Aún seré poeta”: “Jubilado aburrido/en un
sillón embutido/callejero sin trabajo/perro con
espumarajo/De tu venida profeta/Aún seré poeta”.
Geografía, coraje y amistad, ejerce un potente
eje vertebrador en su visión poética, que lo va
enhebrando a lo largo de su obra con un profundo sentido
de arraigo que lo palpita y exterioriza desde las
primeras líneas. Su mundo constelado de naranjales
ardientes, palmares nativos, la agreste campiña,
familia, hijos, amigos, representan para él una realidad
tangible, sensible y a la vez emotiva. “Pinta tu aldea y
serás universal”, es una de las célebres frases del
egregio escritor ruso León Tolstoi. Alain Saint-Saëns,
siendo francés, siente un devocional amor y arraigo al
Paraguay. Él pinta sus costumbres, valores y riquezas
culturales, su heroísmo, dación y generosidad,
retratando en sus poesías, novelas, teatro y ensayos, a
esta bella y sufrida tierra guaraní, con la pasión
ferviente de su inquieta pluma. En el libro de ensayo
“Situación de la Poesía” de los filósofos franceses,
Jacques y Raissa Maritain, manifiesta que hay un
conocimiento poético del mundo, pero no es para conocer
el mundo, sino para revelarse obscuramente a sí mismo y
fecundar en sus fuentes espirituales al sujeto creador.
Alain Saint-Saëns se reconoce y se revela a sí mismo en
el valor sagrado de la palabra, y lo ejerce con una
devoción conciliar, llevando consigo adonde vaya, al
igual que el gran poeta Hérib Campos Cervera, ¡un puñado
de tierra roja en el
corazón!
Alberto Manuel Sisa
Poeta y
Crítico Literario